En los últimos años, ha pasado de ser una práctica minoritaria a convertirse en una de las actividades más elegidas por personas que buscan mejorar su bienestar físico y emocional. Su combinación de movimiento, respiración y atención consciente ha demostrado ser eficaz para aliviar tensiones y favorecer un estado de calma mental. Cada vez más profesionales de la salud recomiendan esta disciplina como complemento a los tratamientos convencionales para el manejo del estrés y la ansiedad.
Las clases de yoga ofrecen un espacio donde se trabaja el cuerpo y la mente de manera integrada. A través de posturas físicas, ejercicios de respiración y momentos de relajación, los participantes aprenden a conectar con su propio ritmo, a reconocer sus límites y a reducir la carga de pensamientos que genera preocupación o cansancio mental. Practicar de forma constante ayuda a estabilizar el sistema nervioso, mejorar la concentración y favorecer el descanso.
Diversos estudios científicos han comprobado que puede disminuir los niveles de cortisol, la hormona relacionada con el estrés. También se ha observado que contribuye a reducir la presión arterial y el ritmo cardíaco, efectos que ayudan al organismo a recuperar su equilibrio natural. Favorece una mejor calidad del sueño, aumenta la energía y mejora el estado de ánimo, aspectos que se ven afectados cuando la ansiedad o el estrés son persistentes.
El tipo de disciplina elegida puede influir en los resultados. El hatha yoga, por ejemplo, es uno de los estilos más recomendados para principiantes, ya que combina posturas suaves con respiraciones profundas. El yin yoga, por su parte, se centra en la relajación y el estiramiento prolongado, ideal para quienes buscan liberar tensión muscular y mental. En cambio, el vinyasa o el ashtanga yoga, que incorporan secuencias más dinámicas, son adecuados para quienes prefieren combinar el trabajo físico con la concentración y el control de la respiración.
Más allá del estilo, los especialistas coinciden en que lo importante es la constancia. Su práctica al menos dos o tres veces por semana puede generar cambios notables en pocas semanas. Las mejoras no solo se manifiestan en el cuerpo, sino también en la manera en que las personas enfrentan situaciones cotidianas. “Quienes la realizan con regularidad suelen reportar una mayor capacidad para manejar la frustración, mejorar la toma de decisiones y responder con más serenidad ante el conflicto o la incertidumbre”, afirman desde YogaOne Nou Barris.
Los beneficios también se extienden al ámbito social y emocional. Al realizarlo en grupo, se fomenta un sentido de comunidad y acompañamiento, lo que ayuda a reducir la sensación de aislamiento que muchas personas experimentan cuando atraviesan periodos de ansiedad. Además, el ambiente tranquilo y respetuoso de las clases contribuye a crear un espacio seguro donde cada uno puede avanzar a su propio ritmo.
Otro aspecto fundamental es su enfoque en la respiración. Aprender a respirar de forma consciente permite regular la actividad del sistema nervioso, disminuir la tensión muscular y favorecer la claridad mental. Este control respiratorio puede aplicarse fuera del aula, en momentos de estrés laboral o personal, funcionando como una herramienta para mantener la calma en distintas circunstancias.
El interés continúa creciendo a nivel mundial. Su accesibilidad, la ausencia de requerimientos físicos específicos y la posibilidad de adaptarse a distintas edades y condiciones lo convierten en una disciplina inclusiva y sostenible. Tanto en estudios especializados como en espacios comunitarios, su presencia refleja la búsqueda de un equilibrio más saludable entre cuerpo y mente.
Adoptar el yoga como parte de la rutina no implica solo realizar ejercicios, sino incorporar una forma diferente de relacionarse con uno mismo y con el entorno. La práctica invita a reconocer que el bienestar emocional puede construirse a través de hábitos simples, atención consciente y movimiento. En tiempos de ritmo acelerado, encontrar espacios para respirar y reconectar con el propio cuerpo se vuelve una forma real y necesaria de cuidar la salud mental.