El paisajismo se ha consolidado como una práctica que busca mejorar la relación entre las personas y los espacios que habitan. Tanto en ámbitos urbanos como en lugares privados, esta disciplina interviene para organizar áreas exteriores de manera funcional, respetando el contexto y las necesidades de uso. Lejos de ser solo una cuestión estética, responde a criterios técnicos, ambientales y sociales que influyen en la calidad de vida cotidiana.
En ciudades que apuestan por el equilibrio entre desarrollo y entorno, como ocurre con el paisajismo en Vitoria-Gasteiz, estas intervenciones adquieren un rol central. La planificación de parques, plazas, patios y jardines se vincula con políticas de sostenibilidad y bienestar. En estos casos, el trabajo paisajístico se integra al tejido urbano como una extensión de la arquitectura y del diseño, con atención al clima, la topografía y el uso público.
El diseño de espacios verdes combina conocimientos de arquitectura, diseño y naturaleza. Esta integración permite crear propuestas coherentes, donde cada elemento cumple una función concreta. La elección de especies vegetales, los recorridos peatonales, las zonas de descanso y los sistemas de drenaje forman parte de un conjunto pensado de manera integral. El objetivo es lograr que sean utilizables, duraderos y adaptados al entorno en el que se insertan.
En el ámbito urbano, cumple una función social. Zonas bien diseñadas favorecen el encuentro, el tránsito y la permanencia. También contribuyen a reducir el impacto ambiental, mejorando la absorción del agua de lluvia, regulando la temperatura y aportando áreas verdes en zonas densamente construidas. Desde Zelaia arquitectura+paisaje, explican: “Estas intervenciones requieren coordinación con urbanistas, arquitectos y autoridades locales para responder a normas y necesidades colectivas”.
En entornos privados, el enfoque es diferente pero complementario. Jardines residenciales, terrazas, patios y áreas comunes de edificios se diseñan en función del uso cotidiano de quienes los habitan. Permite ordenar estas zonas, facilitar el mantenimiento y generar ambientes adecuados para el descanso o la actividad social. La planificación previa evita soluciones improvisadas y promueve un uso más eficiente de los recursos.
La sostenibilidad es un eje transversal en los proyectos actuales. El uso de especies autóctonas, sistemas de riego eficientes y materiales adecuados reduce el consumo de agua y energía. Además, se prioriza el respeto por la biodiversidad y la adaptación al clima local. Estas decisiones no solo impactan en el entorno inmediato, sino que también influyen en la gestión a largo plazo.
El proceso de trabajo comienza con el análisis del lugar. Se estudian el suelo, la orientación, la circulación y las condiciones ambientales. A partir de ese diagnóstico, se elabora un diseño que articula las necesidades del cliente o de la comunidad con las posibilidades reales. La ejecución requiere seguimiento técnico para asegurar que lo proyectado se concrete de manera correcta.
El rol del paisajista implica diálogo constante con otros profesionales. Arquitectos, diseñadores, ingenieros y proveedores participan en distintas etapas del proyecto. Esta colaboración permite resolver aspectos técnicos y estéticos sin perder de vista el objetivo principal, crear espacios funcionales que acompañen la vida diaria.
El paisajismo, entendido como una disciplina que integra múltiples saberes, aporta soluciones concretas a los desafíos actuales de las ciudades y de los hogares. Su valor se refleja en la capacidad de transformar áreas comunes en entornos más habitables, donde el diseño y la naturaleza conviven de forma equilibrada y consciente.

